Tensión entre Japón y Rusia por islas del Pacífico ¿Podría terminar en una guerra?

El Ministro de Asuntos Exteriores de Japón, Hayashi Yoshimasa Foto: IAFOR

Cada año, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón publica el “Libro Azul Diplomático”, un informe que expone los puntos de vista del Gobierno sobre lo que sucede en el mundo. Kyodo News, un reconocido servicio de noticias japonés, informó que el Libro Azul del 2022 utilizará un lenguaje fuerte contra Rusia. Esta edición del Libro se publicará antes de que termine abril, pero el personal de Kyodo News tuvo acceso a un texto filtrado. El material que vio la agencia de noticias no ha pasado por la revisión final del Gobierno de Fumio Kishida, Primer Ministro de Japón.

En este borrador aparecen dos novedades alarmantes. En primer lugar, la referencia al control ruso sobre algunas islas al norte de Hokkaido como una “ocupación ilegal”. La última vez que algún Libro Azul utilizó esta frase fue en 2003. En ese momento, el Libro Azul señaló que Japón “renunció a su derecho sobre las islas Kuriles” en el Tratado de Paz con Japón de 1951, firmado en San Francisco (capítulo II, artículo 2[c]); para entonces, estas islas formaban parte de la Unión Soviética. Sin embargo, en el Libro Azul de 2003 se leía: “En las Cuatro Islas del Norte continúa la ocupación ilegal por parte de la Unión Soviética y Rusia”. Japón llama a estas “Cuatro Islas del Norte” Etorofu, Habomai, Kunashiri y Shikotan (Rusia llama a las “Kuriles del Sur” Iturup, Khabomai, Kunashir y Shikotan, respectivamente). La segunda novedad alarmante, es que en el 2006 el Libro Azul denominó a estas islas como “inherentemente japonesas” y esta frase no se había vuelto a utilizar, pero reaparece en el proyecto de Libro Azul de 2022. Frases como “ocupación ilegal” e “inherentemente japonesa” en el Libro Azul sugieren que las tensiones entre Japón y Rusia, sin duda, aumentarán.

Las sanciones de Japón a Rusia

El 24 de febrero de 2022, cuando las fuerzas rusas entraron en Ucrania, el ministro de Asuntos Exteriores japonés, Hayashi Yoshimasa, realizó una declaración condenando la acción y exigiendo que las fuerzas militares rusas regresaran a su territorio. Al día siguiente Japón, en consonancia con sus compañeros del G-7, anunció medidas contra Rusia. Éstas incluían la congelación de los activos de tres bancos rusos tenían en Japón: el Banco Rossiya, el Promsvyazbank y el VEB (el banco de desarrollo de Rusia). Poco después, Japón se alineó con la decisión de la Unión Europea de excluir a siete grandes bancos rusos (incluidos los tres ya sancionados) del sistema SWIFT. Estos otros cuatro bancos son Bank Otkritie, Novikombank, Sovcombank y VTB.

Además, el Ministerio de Finanzas de Japón declaró que impediría a los principales bancos japoneses hacer negocios con la mayor institución financiera de Rusia, el Sberbank. Tres de los principales bancos japoneses – el Banco Mizuho, MUFG y la Corporación Bancaria Sumitomo Mitsui – tienen una inversión considerable dentro de Rusia, ya que han proporcionado financiamiento a largo plazo para proyectos de petróleo y gas natural. Estos bancos perderán 4.690 millones de dólares, el 20% de los beneficios netos anuales que estaban previstos. El Banco de Cooperación Internacional de Japón, dependiente del Gobierno, tiene grandes inversiones en yacimientos y gasoductos rusos (incluso con el fondo soberano de Rusia, el Fondo Ruso de Inversión Directa). Esta situación traerá problemas en sus balances.

Rusia tomó represalias al incluir a Japón en su lista de “países hostiles”, en los que el personal diplomático debe reducirse y cuyos ciudadanos tendrán dificultades para obtener visas de ingreso a este país.

La dependencia energética de Japón

El 31 de marzo de 2022, mientras su Gobierno se comprometía a sancionar a los bancos rusos, Kishida (el primer ministro de Japón) dijo ante el parlamento japonés, la Dieta, que su Gobierno seguiría participando en el proyecto ruso de gas natural y petróleo Sajalín-2. Este proyecto, dijo Kishida, proporcionará a Japón “suministros de GNL [gas natural licuado] a largo plazo, baratos y estables”. “Es un proyecto extremadamente importante en términos de nuestra seguridad energética” dijo. “Nuestro plan es no retirarnos”.

El Gobierno japonés posee una parte significativa de Sakhalin Oil and Gas Development Co (SODECO), que ha construido y gestiona los proyectos Sajalín-1 y Sajalín-2. Cuatro de los inversores en Sajalín-2 son Gazprom (la compañía energética rusa), Shell y dos empresas japonesas (Mitsubishi y Mitsui). Alrededor del 60% de los 9,6 millones de toneladas de GNL producidos por Sajalín-2, situado en la isla de Sajalín (a unas 28 millas de la costa de Japón), es enviado a Japón. La inversión japonesa en los yacimientos petrolíferos de Sajalín-1 tenía como objetivo reducir su dependencia del crudo de Oriente Medio (ahora el 80% del petróleo de Japón procede del Golfo).

El pasado diciembre, el Banco de Cooperación Internacional de Japón se asoció con bancos de China (el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportación e Importación de China) y de Rusia (Gazprombank, Sberbank y VEB) para financiar el proyecto Arctic LNG-2 en la península rusa de Gydan, en el mar de Kara (océano Ártico). Cuando esta planta entre en funcionamiento, proporcionará 19,8 millones de toneladas de GNL, el doble de la producción actual de Sajalín-2.

La vacilación del primer ministro Kishida para abandonar las importaciones energéticas rusas requiere una explicación. Japón importa la mayor parte de su energía de otros países, además de Rusia. En 2019, Japón importó el 88% de sus necesidades energéticas, en su mayoría combustibles fósiles. Estos combustibles provienen de una serie de países, que incluyen a Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (para el 58% de su petróleo crudo), Australia (para el 65% de su carbón), y Australia y Malasia (para el 40% de su gas natural licuado). Rusia es un pequeño pero importante proveedor de crudo (9%), carbón (8,7%) y GNL (9%). Debido a la proximidad de los combustibles rusos, y al precio al contado del gas ruso en el mercado, el coste global de la energía rusa es mucho menor que el de la energía procedente de los Estados del Golfo. Si Japón dejara de importar GNL de Sajalín-2, sus facturas aumentarían inmediatamente entre 15.000 y 25.000 millones de dólares. Esa es la razón por la que el primer ministro Kishida se ha negado a dejar de importar energía de Rusia. Está por verse si Rusia dejará de exportar a Japón o si insistirá en que el comercio se denomine en rublos (hasta ahora, Rusia sólo ha insistido en que el pago por la forma gaseosa del gas nacional se haga en rublos).

Tensiones en el Mar de Okhotsk

En 1956, la URSS y Japón firmaron una declaración en la que se comprometían a resolver los asuntos pendientes entre ambos países. La URSS acordó que entregaría dos de las cuatro islas (Habomai y Shikotan) “tras la conclusión de un Tratado de Paz” entre ambos países. Dicho tratado no se completó. Todos los Libros Azules de las últimas décadas señalan que estas pequeñas islas constituyen “el asunto más pendiente en las relaciones entre Japón y Rusia”. El anterior primer ministro de Japón, Shinzo Abe, se reunió más de veinte veces con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, pero no lograron avanzar.

Estas pequeñas islas en el Mar de Okhotsk permiten a Rusia extender sus aguas territoriales hacia el Océano Pacífico. Desde estos pasos, las flotas rusa del Pacífico y del Norte – con base en Fokino y Severomorsk, respectivamente – atraviesan las aguas del Ártico, cada vez más importantes, y las aguas septentrionales del Pacífico (donde Rusia se codea con una mayor presencia de la OTAN). La pérdida de estas islas no sería únicamente un asunto de prestigio, sino también de las ambiciones comerciales rusas en sus aguas septentrionales.

Es poco probable que estas islas arrastren a estos dos países a cualquier tipo de conflicto más allá de las sanciones que Japón ha impuesto a los bancos rusos. Pero estos son tiempos peligrosos, y es imposible adivinar exactamente lo que vendrá después. Cualquier choque accidental entre Japón y Rusia pondría en marcha el artículo V del tratado de 1960 que Japón firmó con Estados Unidos; si eso llegara a ocurrir, sería una catástrofe.

Este artículo fue producido para Globetrotter.

Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. También es miembro senior no-residente del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de China. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos The Darker Nations y The Poorer Nations. Su último libro es Washington Bullets, con una introducción de Evo Morales Ayma.


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