Después de expulsar a Francia, los militares en Mali se enfrentan a serios desafíos

Tropas francesas desplegadas en la operación Barkhane en el Sahel. Foto: Estado Mayor de los Ejércitos

El 2 de mayo de 2022, el portavoz militar de Mali, el coronel Abdoulaye Maïga, realizó una declaración en televisión nacional en la que leyó un comunicado que anunciaba el fin de los acuerdos de defensa que Mali tenía con Francia; lo que convertía en ilegal la presencia de tropas francesas en este territorio. El comunicado fue redactado por la cúpula militar del país, que está en el poder desde mayo de 2021.

El coronel Maïga dijo que los militares habían tomado esta radical decisión por tres razones. La primera era que estaban reaccionando ante la “actitud unilateral” de Francia, reflejada en la forma en que los militares franceses operaban en Mali y en la decisión tomada por el presidente francés Emmanuel Macron en junio de 2021, de retirar las fuerzas francesas del país “sin consultar a Mali”. A partir de ese momento, las fuerzas militares de Francia se trasladaron a la cercana Níger y siguieron sobrevolando con aviones militares franceses el espacio aéreo maliense. Estas violaciones del espacio aéreo “a pesar del establecimiento de una zona de exclusión aérea temporal por parte de las autoridades militares de Mali” constituyeron el segundo motivo de esta nueva decisión, según el comunicado. En tercer lugar, los militares de Mali habían pedido a los franceses, en diciembre de 2021, que revisaran el tratado de cooperación en materia de defensa entre Francia y Mali. Al parecer, la respuesta de Francia a las revisiones relativamente menores de Mali, el 29 de abril, no gustó a los militares, que emitieron el comunicado unos días después.

‘Ni paz, ni seguridad, ni reconciliación’

En los últimos años, las fuerzas francesas en Mali se ganaron la reputación de usar despiadadamente el poder aéreo, provocando innumerables víctimas civiles. El 3 de enero de 2021 se produjo un dramático incidente en la aldea de Bounti, en la región central de Mopti, no lejos de Burkina Faso. El ataque de un dron francés asesinó a 19 civiles que estaban en una fiesta de bodas. La ministra de Defensa de Francia, Florence Parly, dijo que “las fuerzas armadas francesas apuntaron a un grupo terrorista, que había sido formalmente identificado como tal”. Sin embargo, una investigación de la misión de las Naciones Unidas en Mali (la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali, o MINUSMA) determinó que el dron disparó contra una celebración de bodas a la que asistían unas cien personas (entre las que tal vez, había cinco personas armadas).

Dos meses después, el 5 de marzo de 2021, en el pueblo de Talataye, al este de Bounti, un ataque aéreo francés mató a tres niños adolescentes e hirió a otros dos, que estaban cazando pájaros. El padre de los tres niños fallecidos – Adamou Ag Hamadou, un pastor de ovejas – dijo que los niños habían llevado a su ganado a beber agua y luego habían salido a cazar pájaros con sus dos rifles de caza. “Cuando llegué al lugar del ataque aéreo”, recordó Ag Hamadou, “había otras personas de este campamento [de caza]. Desde la 1 de la tarde hasta las 6 de la tarde, pudimos recoger los trozos de sus cuerpos, que enterramos”.

Estos son algunos de los incidentes más dramáticos. Otros ensucian el debate sobre la intervención militar francesa en Mali, pero pocas de estas historias salen de las fronteras del país. Hay varias razones que explican la indiferencia mundial ante estas muertes de civiles, una de ellas, es que estas atrocidades – cuando son perpetradas por los Estados occidentales durante sus intervenciones en África – no suscitan la indignación de la prensa internacional. Otra, es que los franceses niegan, sistemáticamente, incluso incidentes que encajan perfectamente en lo que debería considerarse como crímenes de guerra.

Por ejemplo, el 8 de junio de 2019, soldados franceses dispararon contra un automóvil en Razelma, a las afueras de Timbuktu, asesinando a tres civiles (uno de ellos un niño pequeño). Los militares franceses hicieron una declaración absolutamente bizarra con respeto a la matanza. Por un lado, los franceses dijeron que fue “involuntaria”. Pero, por otro lado, las autoridades francesas declararon que el automóvil era sospechoso, porque no se detuvo a pesar de los disparos de advertencia que se le hicieron. Testigos presenciales afirmaron que el conductor del vehículo estaba ayudando a una familia a trasladarse a Agaghayassane y que no estaban vinculados a ningún grupo terrorista. Ahmad Ag Handoune, familiar de los fallecidos en este atentado y que se acercó al lugar tras el incidente, dijo que los soldados franceses “cogieron gasolina y la vertieron sobre el vehículo para incendiarlo todo y que no se pudiera identificar nada”.

Las protestas contra la presencia militar francesa se suceden desde hace más de un año, y es plausible afirmar que el golpe militar de mayo de 2021, que instaló en el poder a la actual cúpula militar del país, se debió – en parte – tanto al fracaso de la intervención francesa en lograr la estabilidad, como a sus excesos. El coronel Assimi Goïta, quien dirige la junta militar, dijo que el acuerdo con los franceses “no trajo ni paz, ni seguridad, ni reconciliación” y que la población aspira a “detener el flujo de sangre maliense”.

Sin camino a seguir 

El día en que los malienses anunciaron que la presencia de las tropas francesas en su territorio era ilegal al haber terminado los acuerdos de defensa, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, realizó una visita al vecino Níger. Cuando el ejército francés se retiró de Mali, se trasladó a Níger, cuyo presidente, Mohamed Bazoum, tuiteó su bienvenida a estas tropas. Guterres, al lado de Bazoum, dijo que el terrorismo “no es sólo una cuestión regional o africana, sino que amenaza a todo el mundo”.

Nadie niega el hecho de que el caos en la región africana del Sahel se agravó con la guerra de la OTAN contra Libia en 2011. Los problemas anteriores de Mali – que incluían una insurgencia tuareg de décadas y conflictos entre pastores fulanís y agricultores dogones – se vieron ahora convulsionados por la entrada de armas y hombres de Libia y Argelia. Tres grupos yihadistas aparecieron en el país como de la nada: Al Qaeda en el Magreb Islámico, el Movimiento para la Unificación de la Yihad en el Oeste Africano y Ansar Dine. Aprovecharon las tensiones más antiguas para tomar el norte de Mali en 2012 y declararon el estado de Azawad. Le siguió la intervención militar francesa en enero de 2013.

Iyad Ag Ghali, líder tuareg de Kidal, luchó en Libia y en Mali. A principios de la década de 2000, Ag Ghali creó la Alianza para la Democracia y el Cambio, que defendía los derechos de los tuaregs. “De voz suave y reservada”, decía un cable de la embajada estadounidense de 2007 sobre él. “Ag Ghali no mostraba nada del personaje de guerrero de sangre fría creado por la prensa maliense”. Tras una breve estancia como diplomático en Arabia Saudí, Ag Ghali regresó a Mali, se hizo amigo de Amadou Koufa, el líder del Frente de Liberación de Macina, y se adentró en el mundo de la yihad saheliana. En un famoso mensaje de audio de 2017, Amadou Koufa dijo: “El día que Francia empezó la guerra contra nosotros, ningún fulani ni nadie practicaba la yihad”. Ese tipo de guerra fue producto de la guerra de la OTAN contra Libia y de la llegada de Al Qaeda, y más tarde del ISIS, para buscar franquicias locales con agravios locales para alimentar sus ambiciones.

Los conflictos en Mali, como dijo el ex presidente Alpha Oumar Konaré hace más de una década, se inflaman debido a la asfixia de la economía del país. El país no ha recibido ningún tipo de alivio de la deuda ni de apoyo a las infraestructuras por parte de Occidente o de las organizaciones internacionales. Este Estado sin salida al mar, de más de 20 millones de habitantes, importa el 70% de sus alimentos, cuyos precios se han disparado en las últimas semanas y podrían agravar aún más la inseguridad alimentaria en Mali. Parte de la inestabilidad de la posguerra de la OTAN han sido los golpes militares en Mali, Guinea y Burkina Faso. Mali se enfrenta a duras sanciones de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), sanciones que no harán sino agravar la crisis y provocar un mayor conflicto al norte de la capital maliense, Bamako.

El sentimiento antifrancés no es la historia completa en Mali. Lo que Francia y otros líderes mundiales deben reconocer es que hay cuestiones mucho más amplias en la raíz de los problemas que afrontan los malienses: cuestiones relacionadas con su medio de vida y su dignidad, que deben responderse para garantizar un futuro mejor para el país.

Este artículo fue producido para Globetrotter.

Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. También es miembro senior no-residente del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de China. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos The Darker Nations y The Poorer Nations. Su último libro es Washington Bullets, con una introducción de Evo Morales Ayma.


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