Washington observa cómo China y América Latina profundizan sus lazos

Menos de una semana después del inicio de la intervención militar rusa, Juan Sebastián González, director senior de asuntos del hemisferio occidental en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, en una entrevista con Voice of America (un activo del Departamento de Estado), declaró que “las sanciones contra Rusia son tan robustas que tendrán un impacto en aquellos Gobiernos que tienen afiliaciones económicas con Rusia, y eso es por diseño. Así, Venezuela empezará a sentir la presión; Nicaragua empezará a sentir la presión; al igual que Cuba”. Un reciente artículo en la revista Foreign Affairs, que a través del Consejo de Relaciones Exteriores sirve extraoficialmente como una especie de foro de discusión del Departamento de Estado de EE. UU., titulado “La pesadilla euroasiática”, defendía la tesis de que Washington no tiene más remedio que luchar contra Rusia y China al mismo tiempo. Sin embargo, González insinúa que la estrategia de la administración Biden no sólo contempla atacar el frente principal en el este (Moscú y Pekín), sino que también abre un frente en el sur – secundario, pero importante – contra los tres países latinoamericanos que más han desafiado a Washington en los últimos años (Venezuela, Nicaragua y Cuba). El frente del sur, sin embargo, puede ser más amplio de lo que aclara el colombiano por nacimiento Juan González.

El 24 de marzo, la General Laura Richardson, comandante del Mando Sur de las Fuerzas Armadas de EE. UU., testificó ante el Comité de Servicios Armados del Senado de los Estados Unidos. Afirmó que, aunque Rusia es la “amenaza más inmediata” en América Latina y el Caribe, China supondrá un reto diplomático, tecnológico, informativo y militar para los Estados Unidos. Richardson había dado un testimonio similar ante la Cámara de Representantes unas dos semanas antes, donde también afirmó que sin el “liderazgo de Estados Unidos”, la influencia china en la región podría “parecerse pronto a la influencia depredadora egoísta que ahora tiene en África”. Se refiere al avance de la Iniciativa de la Franja y Ruta a través del continente africano desde 2013, responsable de decenas de miles de millones de dólares sin precedentes en inversiones chinas en infraestructuras básicas (energía, telecomunicaciones, puertos, ferrocarriles, carreteras, etc.) a cambio de los recursos naturales que China necesita para alimentar su industria, responsable del 28,7% de todas las manufacturas producidas en el mundo y consumidas globalmente.

Las declaraciones del General Richardson se basan en dos principios de los Estados Unidos. El primero, considerar a América Latina y el Caribe como su “patio trasero”, expresado en la Doctrina Monroe desde 1823 y puesto en práctica en innumerables invasiones militares, golpes de Estado y, más recientemente, guerras híbridas contra pueblos y Gobiernos no alineados con Washington. Hace poco, Biden dijo que “América Latina no es nuestro patio trasero”, sino que es “el patio delantero de Estados Unidos”. Las y los latinoamericanos no quieren ser el patio de nadie, ni delantero ni trasero. El segundo principio, es que los Estados Unidos creen que la política exterior de los Gobiernos de la región debe ser definida por Washington.

China en América Latina

En el año 2000, el Congreso estadounidense creó la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad Estados Unidos-China, que ofrece al Congreso su evaluación de China en relación a la seguridad nacional de Estados Unidos. En noviembre de 2021, el informe de la comisión contenía un importante capítulo sobre las relaciones entre China y los Gobiernos de América Latina y el Caribe. El informe se preocupaba por el apoyo de China a lo que denominaba Gobiernos “populistas” desde Argentina hasta Venezuela. Destacaba el aumento del comercio de la región con China: de 18.900 millones de dólares (2002) a 295.600 millones de dólares (2020), además de su creciente importancia como fuente de préstamos, financiación (137.000 millones de dólares de 2005 a 2020) e inversiones directas (58.000 millones de dólares entre 2016 y 2020). Gracias a esta inversión, China pudo ayudar a la región a aminorar el impacto de la crisis financiera de 2008; esta inversión creó puestos de trabajo (1,8 millones entre 1995 y 2016) y disminuyó la pobreza (pasó del 12% en 2002 al 4% en 2018). Las vacunas chinas llegaron rápidamente durante la pandemia, y las exportaciones de materias primas latinoamericanas a China amortiguaron el peso de la recesión COVID.

La Comisión Estados Unidos-China se preocupó por el aumento de las conexiones entre China y la región en las redes de telecomunicaciones y transporte. El liderazgo de Huawei en 5G en la región, así como las asociaciones chino-sudamericanas en el desarrollo de satélites (21 lanzados en empresas conjuntas, la mayoría de ellos con Argentina) se ofrecen como ejemplos. La comisión también expresó su alarma por el control o la influencia de China sobre los puertos de la región, en particular en el Caribe, ya que estos podrían – en el futuro – ser utilizados con fines militares (aunque no hay indicios de ningún uso militar de este tipo por parte de China o de los Estados latinoamericanos y caribeños).

La guerra fría de Washington

Los elementos de la derecha dura de Washington reaccionaron a este informe con rapidez. En febrero de 2022, los senadores Marco Rubio y Bob Menéndez, ambos cubanoamericanos, presentaron en el Congreso la Ley de Estrategia de Seguridad del Hemisferio Occidental de 2022. Este proyecto de ley, basado en las recomendaciones de la comisión, propone que el Gobierno de los Estados Unidos desafíe directamente el papel de China en la región. Caracteriza la existencia de China y Rusia en la región como una “influencia dañina y maligna”. El proyecto es vago y escaso en detalles.

El Dr. Evan Ellis, profesor de la Escuela de Guerra del Ejército estadounidense cuyo testimonio formó parte del informe de la comisión, escribió – en enero de 2022, para el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales – un texto titulado “Preparación para el deterioro del entorno estratégico de América Latina y el Caribe”. En este, señala el resurgimiento “de un modelo particular de populismo autoritario de izquierda” en América Latina y el Caribe. Los nuevos Gobiernos, escribe, han desarrollado vínculos con China para ayudarles a superar la recesión COVID. Los Estados Unidos, sostiene Ellis, no pueden movilizar suficientes recursos para invertir en la región porque el Congreso está dividido y porque el sector privado no está dispuesto a asumir esta misión. Sigue siendo escéptico con respecto a la política estadounidense en la región, sobre todo porque las empresas estatales chinas han estado invirtiendo eficazmente en sectores como la construcción, la minería, la energía y las finanzas.

Ellis recomienda cuatro acciones inmediatas, muchas de ellas parte de lo que se conoce como “guerra híbrida”. En primer lugar, dice que Washington debería promover una narrativa mediática que denuncie a los Gobiernos de izquierda y sus relaciones con China. En segundo lugar, EE. UU. debe apoyar los movimientos de protesta contra estos Gobiernos. Tercero, los Estados Unidos debe profundizar sus alianzas con las élites regionales. En cuarto lugar, debe aplicar sanciones a estos Gobiernos de izquierda.

Dos elecciones en los próximos meses podrían complicar aún más las cosas a los Estados Unidos. En Colombia (mayo), el principal país aliado de EE. UU. en la región, el candidato de la izquierda, Gustavo Petro, podría apartar a la derecha del poder. En Brasil (octubre), Lula lidera las encuestas frente al presidente Jair Bolsonaro.

Ellis sospecha que la detención y el encarcelamiento de Lula han “profundizado el radicalismo de su orientación populista de izquierda”. En mayo de 2021, Lula dijo al sitio web chino Guancha: “No es posible que cada vez que un país latinoamericano comienza a crecer, haya un golpe de Estado. Y en ese golpe siempre hay alguien de los Estados Unidos, siempre está el embajador de los Estados Unidos. No es posible”.

Lula no es un radical, pero si es reelegido presidente de Brasil, aportará una actitud realista hacia el desarrollo de su país. Ha subrayado la importancia de reconstruir el bloque regional latinoamericano y caribeño (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, o CELAC) y el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), ambos debilitados en los últimos años. La inversión y el comercio chinos son ya una parte fundamental de los planes de futuro de Brasil, pero Lula también sabe que esta asociación debe evolucionar, y que Brasil necesita ser algo más que un exportador de productos básicos a China.

¿Podrán los Estados Unidos hacer retroceder la influencia de China y Rusia en la región? Ni siquiera Ellis confía en ese resultado. Junto con los senadores Rubio y Menéndez, Ellis preferiría desestabilizar la región antes que permitir que se convierta en protagonista de un posible nuevo orden mundial.

Este artículo fue producido para Globetrotter.

Marco Fernandes es investigador del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Es miembro del colectivo No Cold War. Vive en Shanghai.


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