Intervención de Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, en el Debate General del 76 Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, desde el Palacio de la Revolución, 23 de septiembre de 2021
Intervención de Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, en el Debate General del 76 Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, desde el Palacio de la Revolución, 23 de septiembre de 2021, “Año 63 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas – Presidencia de la República)
Señor Secretario General;
Señor Presidente:
Vivimos tiempos inciertos. Bajo el impacto demoledor de una pandemia que ha agudizado las inequidades estructurales y la crisis global, el papel del multilateralismo y el de las Naciones Unidas resultan cada vez más importantes. Y la cooperación internacional ha sido insuficiente.
La aplicación de recetas neoliberales durante décadas ha reducido las capacidades de los Estados para atender las necesidades de sus poblaciones.
Los más vulnerables han quedado desprotegidos, mientras las naciones ricas, las élites y las transnacionales farmacéuticas incrementan sus beneficios.
Unir esfuerzos y voluntades por el bien de la humanidad, hoy no solo resulta urgente, es moralmente impostergable.
Más de 4,5 millones de personas han muerto por causa de la pandemia que ha empeorado las condiciones de vida en el planeta. Sus secuelas e impacto en todas las sociedades hoy resultan incalculables, pero ya se sabe que no serán efímeros.
Lo afirma el Informe sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2021, en tanto la Organización Internacional del Trabajo prevé que en 2022 existan en el mundo 205 millones de personas desempleadas.
A la vista de todos, ya está seriamente comprometido el Objetivo de Desarrollo Sostenible de erradicar la pobreza para 2030, fecha para la que se proyecta una tasa de pobreza mundial del 7 %, es decir, alrededor de 600 millones de personas.
En este desolador contexto, las vacunas contra la COVID-19 fueron la esperanza. Más de 5 000 millones de dosis habían sido administradas globalmente en agosto de 2021; sin embargo, más del 80 % de ellas se aplicó en países de ingresos medios o altos, cuyas poblaciones representan mucho menos de la mitad de los habitantes del planeta.
Cientos de millones de personas en países de bajos ingresos aún esperan su primera dosis y no pueden estimar siquiera si alguna vez la recibirán.
Mientras esto sucede, resulta inconcebible que en 2020 el gasto militar mundial fue de casi 2 billones de dólares estadounidenses.
¿Cuántas vidas se habrían salvado si esos recursos se hubieran destinado a la salud o a la producción y distribución de vacunas?
Las posibles respuestas a esa pregunta pasan por un cambio de paradigma y por transformar un orden internacional profundamente desigual y antidemocrático, que antepone el egoísmo y los intereses mezquinos de una minoría a las legítimas aspiraciones de millones de seres humanos.
No nos cansaremos de repetir que deben cesar el despilfarro de los recursos naturales y los irracionales patrones de producción y consumo del capitalismo, depredadores del medio ambiente y causantes del cambio climático que amenaza la existencia de la especie humana.
El esfuerzo debe ser colectivo, pero los países desarrollados tienen la obligación moral de asumir la más alta responsabilidad por ser los principales causantes de la situación actual y disponer de los recursos para ello.
Hay que luchar porque prevalezcan la solidaridad, la cooperación y el respeto mutuo si se quiere dar una respuesta efectiva a las necesidades y anhelos de todos los pueblos, y preservar lo más valioso: la vida y la dignidad humanas.
Nuestros pueblos tienen derecho a vivir en paz y seguridad, al desarrollo, al bienestar y la justicia social. Una Organización de Naciones Unidas revitalizada, democratizada y fortalecida está llamada a desempeñar un papel central en este esfuerzo.
Señor Presidente:
Bajo el liderazgo y con la instigación permanente de los Estados Unidos se está promoviendo un peligroso cisma internacional.
Con el pernicioso uso y abuso de las medidas de coerción económica, devenido en instrumento central de la política exterior de los Estados Unidos, el Gobierno de ese país amenaza, extorsiona y presiona a Estados soberanos para que se pronuncien y actúen contra aquellos que identifica como adversarios.
Exige a sus aliados construir coaliciones para derrocar gobiernos legítimos, incumplir compromisos comerciales, abandonar y prohibir determinadas tecnologías, y aplicar medidas judiciales injustificadas contra ciudadanos de los países que no se les someten.
Suele usar el término “comunidad internacional” para definir al pequeño grupo de gobiernos que acompaña, sin cuestionar jamás, la voluntad de Washington. El resto de los países, la inmensa mayoría de esta organización, parece que no tenemos cabida en la definición de “comunidad internacional” que preconiza Estados Unidos.
Es un comportamiento asociado a la intolerancia ideológica y cultural, con una marcada influencia racista y propósitos hegemónicos. No es posible ni aceptable que se identifique el derecho al desarrollo económico y tecnológico de una nación como una amenaza; como no es posible cuestionar el derecho de todo Estado a desarrollar el sistema político, económico, social y cultural soberanamente elegido por su pueblo.
En pocas palabras: hoy estamos asistiendo a prácticas políticas inaceptables en el contexto internacional, que van contra el compromiso universal de defender la Carta de las Naciones Unidas, incluido el derecho soberano a la autodeterminación. Estados independientes y soberanos están siendo conducidos bajo múltiples presiones para subordinarse a la voluntad de Washington y a un orden basado en sus reglas caprichosas.
Señor Presidente:
Durante más de 60 años el Gobierno de Estados Unidos no ha cesado, ni un minuto, en sus ataques contra Cuba; pero en este momento crucial y desafiante para todas las naciones, su agresividad supera los límites.
El más cruel y prolongado bloqueo económico, comercial y financiero que se haya aplicado contra nación alguna se ha recrudecido de modo oportunista y criminal en medio de la pandemia, y la actual administración demócrata mantiene vigentes, sin cambios, las 243 medidas de coerción adoptadas por el gobierno de Donald Trump, incluyendo la incorporación de Cuba a la espuria e inmoral lista de países que supuestamente patrocinan el terrorismo
Es en ese contexto que se lanza contra nuestro país una Guerra No Convencional, a la que el Gobierno estadounidense dedica, de manera pública y notoria, fondos multimillonarios, mediante campañas de manipulación y mentiras, que emplean las nuevas tecnologías de la información y otras plataformas digitales para proyectar interna y externamente una imagen absolutamente falsa de la realidad cubana, sembrar confusión, desestabilizar, desacreditar al país y justificar la doctrina de cambio de régimen.
Todo lo han hecho para borrar a la Revolución Cubana del mapa político del mundo. No aceptan alternativas al modelo que conciben para su patio trasero.
Su plan es perverso e incompatible con la democracia y la libertad que preconizan.
Pero nuestros enemigos deben tener claro que no entregaremos la Patria y la Revolución que varias generaciones de patriotas nos legaron de pie. Hoy quiero reiterar, ante la respetable y real comunidad de naciones que cada año vota de forma casi unánime contra el bloqueo, lo que expresara hace unos años el General de Ejército Raúl Castro: Cuba no le teme a la mentira ni se arrodilla ante presiones, condicionamientos o imposiciones, vengan de donde vengan.
Señor Presidente:
Los colosales desafíos no nos amilanan. Seguimos creando para Cuba.
Practicamos la solidaridad desinteresada con los que necesitan de nuestro apoyo y también la recibimos agradecidos de gobiernos, pueblos, amigos y de la comunidad cubana en el exterior. Aprovecho para agradecer a todos su respaldo en esta coyuntura, que enaltece los valores de humanidad y la cooperación internacional incondicional y sin injerencia.
Al propio tiempo, en respuesta a solicitudes recibidas y guiada por su profunda vocación solidaria y humanista, Cuba ha enviado más de 4 900 colaboradores, organizados en 57 brigadas médicas, a 40 países y territorios afectados por la COVID-19.
Los consagrados trabajadores de la Salud no han descansado ni un minuto en el combate a la pandemia, fuera y dentro de Cuba.
Son los mismos que salieron a las calles a asistir al pueblo haitiano tras el devastador terremoto de hace apenas unas semanas. Los que viajan del lugar más remoto a una provincia cubana y, sin quitarse el polvo del camino, van a entregar su experticia y sus saberes a la misión de salvar vidas.
Son mucho más que héroes cotidianos, orgullo de nuestra nación y símbolo de su vocación de justicia. Decenas de personalidades y miles de personas han firmado su candidatura para el Premio Nobel de la Paz.
Igualmente, nos enorgullece la comunidad científica cubana que, en medio de enormes carencias, creó tres vacunas y dos candidatos vacunales contra la COVID-19. Ellos representan la concreción de la idea del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, quien afirmó en 1960 que el futuro de nuestra patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia.
Gracias al apoyo de nuestras mujeres y hombres de ciencia y del personal de la Salud, en los primeros 10 días del presente mes se habían administrado más de 15,8 millones de dosis de las vacunas Abdala, Soberana 02 y Soberana Plus, y un 37,8 % de la población cubana tenían completado el esquema de vacunación.
Aspiramos a la inmunización total de la población a finales de 2021, lo que nos permitirá avanzar en la lucha contra el rebrote de la pandemia.
Señor Presidente:
Ratificamos la aspiración de total independencia para Nuestra América y de ser parte de una región latinoamericana y caribeña económica y socialmente integrada, capaz de defender el compromiso de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz frente a las pretensiones de reimponer la Doctrina Monroe y la dominación neocolonial.
Nos oponemos a los intentos de desestabilizar y subvertir el orden constitucional y la unión cívico-militar y destruir la obra iniciada por el Comandante Hugo Chávez Frías y continuada por el presidente Nicolás Maduro Moros a favor del pueblo venezolano.
Ratificamos que la República Bolivariana de Venezuela contará siempre con la solidaridad de Cuba.
Reiteramos nuestro firme respaldo al hermano pueblo nicaragüense y a su Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, dirigido por el Comandante Daniel Ortega, que defiende valiente y dignamente sus logros frente a las amenazas y acciones injerencistas del Gobierno de Estados Unidos.
Acompañamos a las naciones del Caribe en su reclamo de justas reparaciones por los horrores de la esclavitud y la trata de esclavos. Apoyamos su derecho a un trato justo, especial y diferenciado, indispensable para enfrentar los retos derivados del cambio climático, los desastres naturales, el injusto sistema financiero internacional y las difíciles condiciones que impone la pandemia de la COVID-19.
Reafirmamos que el hermano pueblo de Puerto Rico debe ser libre e independiente luego de más de un siglo sometido a la dominación colonial.
Nos solidarizamos con la República Argentina en su legítimo reclamo de soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes.
Reiteramos el compromiso con la paz en Colombia. Estamos convencidos de que la solución política y el diálogo entre las partes es la vía para alcanzarla.
También demandamos el cese de la injerencia externa en Siria y el pleno respeto a su soberanía e integridad territorial, al tiempo que apoyamos la búsqueda de una solución pacífica y negociada a la situación impuesta a esa hermana nación.
Reclamamos una solución justa, amplia, integral y duradera al conflicto en el Oriente Medio, que pasa por el fin de la ocupación israelí de los territorios palestinos usurpados y el ejercicio del derecho inalienable del pueblo palestino a construir su propio Estado dentro de las fronteras anteriores a 1967, con su capital en Jerusalén Oriental.
Condenamos las medidas coercitivas unilaterales impuestas a la República Islámica de Irán.
Reafirmamos nuestra invariable solidaridad con el pueblo saharaui.
Condenamos enérgicamente las sanciones unilaterales e injustas contra la República Popular Democrática de Corea.
Reiteramos el inquebrantable respaldo al principio de Una Sola China, y nos oponemos a cualquier intento de lesionar la integridad territorial y soberanía de la República Popular China, así como a la injerencia en sus asuntos internos.
Rechazamos la intención de extender la presencia de la OTAN hasta las fronteras de Rusia, la interferencia en sus asuntos inherentes a su soberanía y la imposición de sanciones unilaterales e injustas en su contra.
Demandamos el fin de la intromisión extranjera en los asuntos internos de la República de Belarús y reiteramos la solidaridad con el presidente Alexander Lukashenko y el hermano pueblo bielorruso.
Naciones Unidas no puede ignorar la lección en Afganistán. Tuvieron que pasar dos décadas de ocupación, con un saldo de miles de muertos, 10 millones de personas desplazadas y billones de dólares en gastos, que se convierten en ganancias del complejo militar-industrial, para llegar a la conclusión de que no se puede prevenir ni combatir al terrorismo con bombas, que la ocupación solo deja destrucción, y que a ningún país le asiste el derecho de imponer su voluntad a naciones soberanas. Afganistán no es un caso aislado.
Ha quedado evidenciado que donde los Estados Unidos interviene se incrementan la inestabilidad, las muertes, el sufrimiento y quedan cicatrices perdurables.
Señor Presidente:
Ratificamos la determinación de Cuba de continuar exponiendo con claridad sus verdades, por mucho que molesten a algunos; de defender principios y valores en los que creemos, de acompañar las causas justas, de enfrentar los atropellos, como hemos enfrentado a la agresión extranjera, al colonialismo, al racismo y al apartheid, y de luchar sin descanso por la mayor justicia, prosperidad y desarrollo de nuestros pueblos, que merecen un mundo mejor.
Muchas gracias.
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